Durante las crisis de los setenta, las grandes deficiencias del modelo tradicional de desarrollo, que se basaba en una rígida división internacional del trabajo y en la captación de factores exógenos (principalmente inversión extranjera), quedaron al descubierto. Las políticas tradicionales de planificación territorial, lejos de fomentar el desarrollo territorial, condujeron a una fuerte especialización y a una gran concentración espacial de las actividades, donde las regiones periféricas y rurales fueron marginadas, aumentando así enormemente los desequilibrios territoriales.
En este modelo no había consideración alguna de las cuestiones sociales, políticas y ecológicas, sin la cual es imposible entrar en una senda de desarrollo sostenible.
En este contexto, comenzaron a perfilarse las nuevas estrategias de desarrollo local y regional; estas, abogan por combinar la captación de recursos exógenos con la valorización de los endógenos, es decir, la promoción de los recursos y potencialidades del territorio objetivo. Se trata de impulsar un proceso de desarrollo desde abajo, abriendo nuevos canales de participación para implicar al mayor número posible de actores sociales.
La línea central de actuación es impulsar la diversificación económica y productiva del medio rural y las regiones periféricas como medio para combatir los grandes desequilibrios territoriales existentes. Este modelo implica también una estrategia de descentralización, ya que dados los objetivos, se vuelve imperativo que la toma de decisiones resida en los gobiernos locales y regionales.
La estrategia de intervención territorial del Plan de Desarrollo Comarcal de Galicia, combina de forma acertada, la metodología y los principios del desarrollo local y la planificación estratégica; atendiendo, con un enfoque integrador, a distintas cuestiones como la programación socioeconómica, la organización administrativa o la ordenación del territorio, dirigidas a consolidar un crecimiento equilibrado.
El éxito del PDC, ha sido considerable; sin embargo su aplicación no ha estado exenta de problemas, entre los que hay que destacar la elección de la comarca como escala estratégica, ya que a pesar de que implica una reducción de costes con respecto a otras unidades administrativas, su configuración no fue decidida por los propios agentes implicados, sino que fue impuesta desde afuera, y esto, en el contexto de un modelo que valoriza tanto la participación activa de las comunidades locales, es como mínimo un grave error.